Sólo Don Omar Dentonio se acuerda de la belleza que la calle Estrada ostentaba en los años ’50. Sin embargo, ya nadie se acuerda de Don Omar Dentonio. Se pensaba que había dejado su casa en 1963, a manos de una señorita mucho menor que él, quien lo indujo a las peores tentaciones en las que puede caer un hombre de ya avanzada edad. Algunos hombres de su misma edad se empeñan en afirmar que esas tentaciones son, sin embargo, las mejores en las que uno puede caer.
La navidad del año ’64 fue claramente diferente. Un nuevo integrante llegó a la familia Ramírez. Se trataba de un Ford Falcon último modelo, envidia de los vecinos y chiche nuevo de Pablo, el hombre que después de dos años de anhelos y ahorros alcanzó su objetivo con una pequeña ayuda del abuelo de la familia, Herminio.
Eran claramente otras épocas: Hombres responsables, Mujeres responsables también, Autos importados, Mascotas que podían hablar con sus amos y todo tipo de delirios para los más jóvenes.
Detenernos apenas un minuto en la vida de Miguel Humberti, con 20 años cumplidos el 29 de Diciembre de 1964 es no menos que sabio. El supo atravesar su infancia con un solo regalo que recibía anualmente uniendo los esfuerzos de su cumpleaños y la navidad. También le tocó vivir una adolescencia de película, al ritmo de long plays cincuentones estadounidenses que llegaban para el deleite de la juventud peronista.
Como cuesta revertir una imagen. A veces, imposible. Así pasaba con la calle Estrada, que desde los tiempos de Don Omar Dentonio ostenta la belleza inconfundible de bellas tipas que brindan sombra a los que gustan de recorrerla en bicicleta una mañana de primavera, apenas fresca, pero con el sol amenazando con un mediodía veraniego.
Los que se animen a perderse una mañana de Domingo en Septiembre, ojalá se encuentren con esta calle, y a partir de este encuentro se sientan perdidos en cualquier otro lugar que no tenga la brisa, ni la belleza de Estrada.